El caracol sobrevive todavía gracias a los cuidados que todos los bichitos le proporcionan y a la lechuga que le trajo Aroa.
Descubrimos que hace caca en forma de choricitos y que le gusta mucho esconderse en su concha.
Lo que ocurre es que es un poco travieso y se nos quiere escapar dos o tres veces en la mañana. Aquí veis sus intentos de fuga.
Lo volvimos a meter en su casita y estuvimos observando como comía, como se arrastraba y como nos miraba. ¡NOS MIRÓ FIJAMENTE! Creemos que ya nos conoce.